Allá en las inmediaciones de la isla de Java, en Indonesia, entre la frondosidad de “el jardín de Java”, se esconde los restos arquitectónicos de una deliciosa civilización nacida hace unos 1200 años, entre los siglos VIII y IX, durante la dinastía Sailendra.
Un lugar con pura esencia budista que fue abandonado hacia el siglo XIV y redescubierto en 1814, convirtiéndose en el templo budista más grande que se conserva en la actualidad.
No se sabe muy bien los motivos que llevaron a la construcción de este complejo religioso, ni tampoco quién lo mandó construir, tampoco se sabe a ciencia cierta en qué momento se elevaron sus cimientos, se estima que entre los años 750 y 800, lo que sí se sabe es que en torno al siglo XIV se vio abandonado, ¿por un cambio en la religión de las alrededores al convertirse al Islam? Tal vez, o tal vez por la hambruna que asoló la ciudad de Java en torno a esa época por una erupción volcánica. Unas cuantas incógnitas rodean a este lugar, que no dejan de hacerlo más interesante y misterioso.
Primera fotografía realizada de Borobudur tras su redescubrimiento |
Será Thomas Stamford Raffles, gobernador general inglés tras la I Guerra Mundial, quién interesado por la historia de Java, encomiende a un ingeniero de apellido Cornellius, que investigue sobre un monumento del que hablan los lugareños de las cercanías de Bumisegoro. Larga batalla se le enfrentaba a nuestro amigo por delante, pues por aquel entonces una selva y un montón de capa de cenizas volcánicas, ocultaban parte de nuestro monumento de la visión del hombre, hizo falta otro hombre de nombre Hartmann que sustituye a Cornellius, para que el templo viese la luz, o más bien, para que el hombre fuese partícipe de la magnificencia del templo que yacía dormido desde hacía cientos de años.
Pero se despertó de ese silencio que se creía eterno, nos brindó la oportunidad de conocerlo mejor y como excelentes exploradores nos adentramos en la llanura de Kedu, nos encontramos con tres templos dispuestos en línea recta, que según cuenta la leyenda del lugar, estaban unidos por una muralla hoy desaparecida, pero da igual, sabemos que algún día estuvo ahí y por lo tanto disfrutamos y damos uso a nuestra imaginación... Un complejo donde la protección es ya sentida.
Borobudur, Pawon y Mendut estos son los tres principales protagonista de nuestro viaje.
Hacemos una parada en Borobudur, el hermano mayor y del que más se sabe, dispuesto a 215 metros sobre nivel del mar y a 15 sobre “lago seco” como nos cuenta W.O.J. Nieuwenkamp; es un buen templo budista que se eleva sobre un lago ahora inexistente, tomando forma de flor de loto que se abre sobre las aguas del lago. Tres plataformas circulares en la cima del monumento, representan la flor de loto
¡Afortunado aquel que pudo ser partícipe de tal espléndido regalo para la vista!
¡Afortunado aquel que pudo ser partícipe de tal espléndido regalo para la vista!
Más de 114 metros cuadrados forman este gran templo que se nos presenta, con formas típicamente budistas, el cuadrado y el círculo le otorgan forma. Una estructura que recuerda a la de una figura humana, pues se divide en base, cuerpo y cima, va ascendiendo en forma piramidal hacia el infinito. Imagínense, seis plataformas en forma de cuadrado, crean las bases del edificio, sobre estas cuatro en forma circular, dando un total de nueve niveles que crean una estupa. Si nos elevamos sobre el suelo, vemos como el templo representa simultáneamente la cosmogonía budista y la naturaleza de la mente.
Pero sin embargo, nos damos cuenta, según vamos sabiendo más sobre nuestro templo, que al igual que la evidencia de esa figura humana, también se presenta y tal vez de forma más fehaciente, las tres etapas de preparación mental para alcanzar la meta final según la cosmología budista. Así es como el Kamashatu, la base, muestra el mundo de los deseos, el Rupadhatu, las cinco plataformas cuadradas y por lo tanto el centro, muestra el mundo de las formas y el Arupadhatu, las plataformas circulares y la estupa principal, el mundo sin formas.
Un espectáculo visual y estrictamente ornamental, que se desliza por el templo. Terrazas con pasillos angostos, que llevan hacia la cumbre donde en un baile de formas cilíndricas forman tres plataformas que llevan a la cúpula, remate final y más alto de este templo.
Estamos ante un templo de veneración, pues la tipología así nos lo indica. La técnica de construcción es similar a la de otros templos de Java. A priori, sin espacios visibles interiores como otros templos y con forma de pirámide, se toma en un principio Borobudur como una estupa, como un sepulcro para Buda. Pero sin embargo este templo tenía otro fin, era el hogar de la deidad, poseyendo espacios interiores para la veneración, era en resumidas cuentas, un lugar de peregrinación.
La entrada principal se ubica en la parte este, donde se encuentran los primeros relieves. A la cima se accede mediante escaleras que poseen varias puertas, las cuales están resguardadas por 32 estatuas de leones.
En las laderas de la colina hay escaleras que conectan el monumento con la llanura.
Los visitantes son guiados mediante el sistema de escaleras y corredores que asciende hacia las plataformas superiores. Cada plataforma representa un estado de iluminación, un camino que guía a los peregrinos basado en la cosmología budista. Esculturas budistas, sentado en la posición de flor de loto, nos acompañan en nuestro peregrinar hacia la cumbre, primero como formas monumentales, pero a medida que avanzamos haciéndose de menor tamaño, también nos damos cuenta que según el mudra, la postura de las manos, nos señala un punto cardinal según el Mahayana, así nunca nos perderemos, el cuerpo y la mente ahora nos guían.
Pasillos del templo |
Uno de los Budas que se presenta a lo largo del templo, fíjense en la posición de sus manos. |
Si Borobudur en sí ya nos maravilla por su grandeza, nos fascinará también por su pequeña escala. Los relieves encontrados a posteriori en la denominada “base oculta”, revelan narraciones que describen el Kamadhatu real, la ley del Karma, el nacimiento de Buda, Historia del príncipe Siddhārtha y otras personas legendarias, inscripciones cortas que aparentemente describen las instrucciones de los escultores, ilustrando la escena a ser tallada. Relieves que en su narración, se van ajustando al sentido de circulación que ha de realizar el peregrino.
Y Poco a poco fue avanzando en el tiempo.
Lo que era un templo dormido, actualmente ha tomado el protagonismo y valor que le dio vida en su momento.
La adoración y el peregrinaje han vuelto a ser el latir de su corazón ahora vivo de nuevo.
Monjes budistas meditando en el templo de Borobudur al rehabilitarse como templo |
Imágenes de: Wikipedia, Unesco, el espectador
Namasté