Orden del Temple |
La religión de Moisés había cumplido su misión con la venida del Redentor, dando fin a todas las figuras que completan el Antiguo Testamento e iniciando una nueva religión, el Cristianismo, en la que se reconocía a Jesucristo como el mesías y salvador que dio su vida por liberarnos del pecado original cometido por Adán y Eva.
Sin embargo no todos quisieron ver en Jesús al salvador. Los judíos, negados a ver en él al Rey de los cielos, lo condenaron a la cruz.
Viendo Pilato, pues, que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre, diciendo: Yo soy inocente de esta sangre; vosotros veáis.
Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
Mateo XXVII, 24-25
Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
Mateo XXVII, 24-25
Este acto de anti fe inicia la lucha por la religión más encarnizada de la historia, tocando fin en torno a la II Guerra Mundial. La rebelión del 66 había sido una de las peores guerras contra los judíos que se acometieron en la historia, una guerra donde se había visto claro "el apoyo del dedo de Dios".
La sangre del justo, inicuamente derramada, debía caer sobre las cabezas de aquellos que habían perecido su muerte y la de sus hijos. Los judíos se vieron arrinconados, por lo que huyen a distintos países extendiendo la lucha por Europa (Francia, en el mundo Germánico, Gran Bretaña y la Península Ibérica)
La religión cristiana, al igual que su hermana hubo de expandirse por Europa, se introdujeron en el mundo donde la religión del Imperio emanaba de la adoración por los dioses paganos, una religión completamente incomplatible con la nueva que se estaba llevando a cabo. Como consecuencia, durante los primeros años de la religión cristiana, los judíos todavía gozaban de una tranquilidad para expresar su fe religiosa; los cristianos, sin embargo, tuvieron que permanecer escondidos en las ya conocidas catacumbas para poder llevar a cabo sus actos religiosos, y enterrar a la manera cristiana a sus hermanos.
La sangre del justo, inicuamente derramada, debía caer sobre las cabezas de aquellos que habían perecido su muerte y la de sus hijos. Los judíos se vieron arrinconados, por lo que huyen a distintos países extendiendo la lucha por Europa (Francia, en el mundo Germánico, Gran Bretaña y la Península Ibérica)
La religión cristiana, al igual que su hermana hubo de expandirse por Europa, se introdujeron en el mundo donde la religión del Imperio emanaba de la adoración por los dioses paganos, una religión completamente incomplatible con la nueva que se estaba llevando a cabo. Como consecuencia, durante los primeros años de la religión cristiana, los judíos todavía gozaban de una tranquilidad para expresar su fe religiosa; los cristianos, sin embargo, tuvieron que permanecer escondidos en las ya conocidas catacumbas para poder llevar a cabo sus actos religiosos, y enterrar a la manera cristiana a sus hermanos.
Catacumba de San Calixto |
La representación de la Sinagoga está presente en París, Reims, Estrasburgo y ciudades de la cuenca del Rin, en Alemania, donde los judíos fueron objeto de persecuciones. En España, además del ejemplar de León, preside el acceso al Refectorio a la catedral de Pamplona, ciudad con una potente judería, de la que Beatrice Leroy ha desempolvado numerosa documentación.
Las manifestaciones iconográficas más tempranas se remontan a mediados del siglo IX, considerándose el ejemplo más antiguo el evangeliario de Drogo (París, Bibliothèque National , ms. Lat. 9428), realizado en Metz hacia el año 844. La Sinagoga personifica la Antigua Ley y la Iglesia, la Nueva. En dicha localidad se tallaron una serie de marfiles carolingios en la segunda mitad de dicho siglo o comienzos del X. Los atributos que identificarán a su personificación femenina “aunque también puede aparecer bajo la representación de un anciano con cabellos canos.
La representación de ambas imágenes se va a convertir en un ejemplo de los pensamientos intelectuales e históricos que se están llevando a cabo en el momento de la obra, por eso debemos tener en cuenta estos dos conceptos si queremos ver el verdadero reverso del significado que nos ofrecen estas dos figuras.
La representación de la iglesia y la sinagoga nace con un propósito, el adoctrinamiento de la iglesia hacia el fiel. De este cometido se ocupaban las portadas de las catedrales, donde se trasmitían mensajes que el fiel a pesar de su analfabetismo era capaz de comprender. La imagen pasa a ser una lectura visual para el aprendizaje del creyente teniendo como base; la transmisión a este de la redención y por consiguiente la salvación del alma.
Por consiguiente si vemos en la iglesia la salvación del espíritu, vemos en la sinagoga el pecado, aquellos que no reconocen a Cristo como su salvador.
Nos puede llamar la atención la representación de ambas como figuras femeninas, y es que no debemos olvidar la importancia de la literatura caballeresca en esta época. En unos años de expulsión judía, la imagen de la sinagoga que potencia la visión del cuerpo, ilustra el concepto de la dama según las novelas de caballerías cuando se empieza a potenciar la actitud sensual de la dama y en definitiva del cuerpo de la iglesia y el manto obligado de la misma, pues pondera el recato, como vemos en el crucero norte de la iglesia de Strasburgo, ambas figuras (Iglesia y Sinagoga) flanqueando la figura de Moisés. Se quiere remarcar también que en la iglesia pondera el intelecto y la razón y que en la Sinagoga triunfa lo irracional y todo lo relacionado con el mundo de los sentidos.
Iglesia de Strasburgo, representación de la sinagoga |
Iglesia de Strasburgo, representación de la iglesia |
Son varios los significados que se le ha querido conceder a la representación de ambas figuras y posiblemente esta asociación esté más que profesada: la imagen del buen y mal ladrón a ambos lados de Cristo en la Cruz, la imagen de la virgen (la iglesia) como mujer libre de pecado que llevó en sus entrañas al salvador, frente a Eva (la sinagoga), la mujer que lleva consigo el pecado original, los justos y los condenados o la evocación de Caín y Abel, dos hermanos que nacen de la misma madre pero que sin embargo uno de ellos se descarría del camino del bien.
Sabemos ya el significado de ambas figuras y su representación como figura femenina, pero ¿de dónde proceden los atributos que portan?
Si nos fijamos en la imagen de la sinagoga, que representó la esperanza mosaica pero que ahora representa como dice Robert Dentz “al Jerusalén que mató a los profetas y apedreó a los que fueron enviados”. No podemos evitar recordar un pasaje de Jeremías que da las pautas para un planteamiento iconográfico asociado también a la figura de Caín como representación del mal.
¡ay de nosotros, porque hemos pecado! Nuestros ojos se han cubierto de tinieblas, nuestro corazón está triste y la corona ha caído de nuestra cabeza.
Jeremías
Jeremías
El gesto de la sinagoga se ha querido interpretar como un gesto de tristeza pero también como un acto de contención, pues la vemos portando un asta rota, o la lanza involucrada en la Pasión de Cristo, invocando la ruptura de la Alianza con Dios y su responsabilidad en la pasión de Cristo, lo que le llevará al pecado.
Cobra valor una escena que dispone a la iglesia a la derecha de Cristo implacable, con el estandarte del triunfo y el cáliz de la sangre, mientras que la sinagoga cubre sus ojos que invoca la incapacidad para entender lo que dijeron los profetas, la corona se le cae y su estandarte se rompe, puesto que se le considera endeudado con la muerte de Cristo, según Blumenkranz de inspiración francesa, las tablas que se resbalan caen, en relación con la ley Mosaica o cuyos anuncios la sinagoga fue ciega.
Con esto podemos decir que a pesar de las múltiples lecturas que podamos dar a las figuras de la iglesia y la sinagoga, ya sea como imagen del judío, de la justicia, de lo irracional, de Eva y María o de Caín y Abel, el mensaje final querrá transmitir la redención del fiel para alcanzar la salvación del alma. Una representación que junto con las figuras de la lujuria y la avaricia, serán las escenas más representadas en las catedrales, no solo góticas sino también románicas, ya que el desarrollo de la figuración en las portadas como mensaje de adoctrinamiento comienza en este periodo, junto con la preocupación de trasmitir un mensaje de advertencia al devoto previa a su entrada en el templo.
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