Aquí, allí y en todas partes: Dando una vuelta por el parque arqueológico de Campo Lameiro

jueves, 11 de abril de 2013

Dando una vuelta por el parque arqueológico de Campo Lameiro

Hace poco más de una semana nos fuimos a pasar el día al Parque arqueológico de arte rupestre de Campo Lameiro, en la provincia de Pontevedra (Galicia), a pesar de la que nos caía encima, decidimos aventurarnos a visitar este joven parque inaugurado en junio del 2011 después de la respuesta que me dio la guía cuando reservé la visita por teléfono, “los petroglifos se ven muy bonitos con lluvia”, eso esperaba.

Después de serpentear por carreteras infinitas durante unos 25 minutos desde el centro de Pontevedra, llegamos a lo más alto, allí donde casi toman fin las carreteras del mundo, se encuentra el parque, y ¡menudo parque! Una gran mole de piedra, se presentaba ante nosotros, escondiendo un museo en su interior.

El museo y sus inmediaciones 

Imágenes de: PAAR

Entramos y lo primero que hicieron fue preguntarnos con gran amabilidad si éramos de aquí, sí, fue nuestra respuesta. A continuación pasaron a explicarnos cómo funcionaba aquello.

Primero nos aconsejaron darnos una vuelta por las instalaciones, donde tienen desde vídeos explicativos, hasta recreaciones de campo, donde te explican en paneles todo lo que un turista le apetece saber. Y a continuación, con una tarjeta que nos ofrecieron, nos invitaron a dar una vuelta por el parque en sí, una enooorme extensión, al aire libre donde puedes estar todo el tiempo que quieras hasta el cierre del museo.

Así lo hicimos, después de pagar la entrada y decir que teníamos reservada una visita guiada, nos pusieron la pegatina de visitante, nos dieron la tarjeta y nos indicaron por donde entrar.






A lo largo del trayecto nos señalaron los parques arqueológicos de Galicia, junto con algunos castros y petroglifos que nos podemos encontrar en mi tierra. Nos mantuvieron informados acerca del descubrimiento del parque por parte de Ramón Sobrino Buhigas al que le dedicaron una sección, bastante entretenida, porque si algo no sobra en este museo es poder interactuar con los objetos que se presentan a tu paso, haciendo una visita bastante divertida.

A continuación una sección sobre la mineralogía del lugar, para posteriormente pasar a la representación de un castro y su forma de vida y finalizar con un vídeo bastante psicodélico en una de sus salas. 



Estatigrafía
Si quereis saber más sobre la estatigrafía os recomiendo este post de arqueoblog, está todo muy bien explicadito.




Para los que les aburra un poco estar bajo techo, tenemos la segunda parte de la visita.
Después de haber absorbido todo lo necesario para entender lo que se nos presenta fuera, podemos aventurarnos “al campo”.

Antes de iniciar la visita, la cual empezaba a las 16.30, nos dimos una vuelta para ver el parque por nuestra cuenta. 

Imagen de: PAAR

Si el museo ya nos parecía un pedazo bloque de piedra, esperad a ver el parque. Además de lo bien conservado que está, se hace patente la naturaleza, el aire libre y la ausencia de contaminación acústica que escapa de este lugar, vamos, que aunque seáis un poco reacios a eso de los petroglifos, es un sitio genial para pasar la tarde rodeados de un poco de historia, ¿qué mejor?

Los petroglifos están indicados, hay carteles cada poco tiempo, y lo mejor, señalados en las papeleras para no distorsionar la visión del parque.


Nosotros nos decantamos por averiguar dónde estaba el poblado castrejo, una reproducción que hicieron a partir de elementos naturales, todo natural, todo muy fácil, a priori, de construir, ahora habría que ponerse. No estaba muy lejos, y la reproducción es super divertida, puedes entrar en las casas, ver una hoguera al más puro estilo prehistórico mientras te sientas en lo que ellos consideraban un lugar sagrado o de reuniones, y a la vez disfrutas y te empapas de un momento prehistórico. 


El poblado es una reproducción de lo que pudo haber sido anteriormente, desplazado unos cuantos metros de su lugar original, ya que el poblado primitivo, se encontraba donde actualmente está el museo, seguramente como lugar estratégico.

Pero llegaba la hora de la visita, así que nos dirigimos al punto de partida para encontrarnos con nuestros compañeros. 


La visita guiada.

Si algo es el parque además de parque y museo es un centro de interpretación del patrimonio, en este caso de patrimonio arqueológico. Así que nos tocaba participar en algún que otro juego, aunque por el momento lo ignorábamos y participar lo que es participar… tampoco, más bien fuimos partícipes.

Escogimos una visita especial que solo se ofrecía en semana santa, “los petroglifos en el paisaje”, creo recordar que se llamaba. Bajo mi punto de vista fue un poco escasa en información, pero también entiendo que se deben adaptar a toda clase de públicos. De todas formas la guía, haciendo muy bien su papel de guía, utilizando recursos del vocabulario, recordando que tipo de visita estábamos haciendo, cuál era la importancia de los petroglifos en el paisaje, poniendo ejemplos, te respondía sin ningún problema a cualquier pregunta, con toda amabilidad a pesar de la pesadez de algún que otro visitante, que también es de agradecer.

A lo largo de más de una hora y media que duró el recorrido, nos explicó el significado de alguno de los petroglifos, como se situaban en lugares estratégicos, ya fuese como dominio del lugar, como lugar de caza o avisando de las proximidades del agua, ya que esa zona es bastante rica en este mineral. La forma de los petroglifos te dan la pista. 

Hicimos cerca de cinco estaciones, parando en petroglifos bastante importantes, que se veían muy bien, y en otros donde tenías que poner por tu parte, toda la imaginación. “los petroglifos se ven muy bonitos con lluvia”, me venía a la mente una y otra vez las palabras de la guía ¬¬, ya, claro.

De todas formas, son tan considerados que ponen cartelas en todos los petroglifos con la reproducción del original en la piedra, por lo que ibas e intentabas averiguar “aquí debe estar”, te acercabas un poquito más, un poquito más, nada, pero allí estaban. 




Seguimos andando hasta llegar a un mirador, donde habló sobre la importancia del terreno y la relación entre las tierras cercanas con Campo Lameiro, como se asentaban en la mitad de la meseta para mayor protección. Posteriormente bajamos un buen tramo, con mucho cuidado de no resbalarse, a más de uno se le fue un pie, y una casi pierde la vida en un escalón, afortunadamente solo fue un susto y la agarraron a tiempo. Esta aventura, para llegar a una enorme roca, bastante curiosa, por su de su forma, la cual se inspiraron para hacer la entrada del museo y por que se cree que guardaba un gran significado entre las dos vidas, como un lugar de paso entre una y otra, por un agujero que tiene en medio. Además es completamente hueca por dentro, lo podéis comprobar si queréis, obra del viento, por supuesto. 

Mirador

Roca, lugar de paso entre las dos vidas
Interior, hueco, de la roca
Paseamos, cerca del cercado, encontrándonos mucha agua a nuestro paso, para llegar finalmente al poblado, donde sentados en nuestro lugar sagrado, la guía nos explicó como encender un fuego para posteriormente hacer uno ella. Al final, después de mucho esfuerzo por culpa del viento, fue capaz de encenderlo en el interior de una de las casas prehistóricas. 

Interior de la Casa donde finalizó la muestra del fuego
Entre aplausos y ahumados salimos de la casa, dando por finalizada la visita.

Y este fue nuestro día, agradecidos porque no cayesen chuzos de punta, y con una pequeña desilusión por no haber comprado en la tienda unos broches con forma de dinosaurios, pero sí con mi ya acostumbrado boli del lugar, nos fuimos para casa, tras haber disfrutado y aprendido aunque en pequeñas porciones.

“Si es que tendríamos que haber escogido la otra visita”

Queda pendiente la visita nocturna, y la cena al estilo edad de Bronce, que me pica mucho la curiosidad.

¿Nos harán cocinar en una hoguera?
 

Imágenes de: Alexandra

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